Juan Diego Perdomo.
El ‘Hijo de doña Hilda’,
como es conocido el veterano locutor en Cartagena, dice que regresará a la radio
FM con un estilo fresco, popular pero responsable: “Volveré al primer lugar”.
En
Cartagena a finales de la década de los noventa e inicio de los dos mil, la
emisora que se imponía en la banda de la FM era Olímpica Stereo 90.5, “La
del vacile efectivo”, dirigida por el entonces todo poderoso José Manuel
Pinzón. Los estudios de audiencia radial así lo confirmaban: “La número uno”.
El
vozarrón inconfundible del pechiche de la vieja
Hilda, hijo único, se escuchaba en tiendas de barrio, busetas,
taxis, casetas, estadios de béisbol, comercio en general; hasta en el despacho
del alcalde de turno.
Cuenta
su colega y amigo Lester González, hoy Lancero de las Fiestas de Independencia,
que junto al finado Oswaldo Jiménez, Ricardo Paternina y Miguel Lora, la de
Pinzón ha sido de las mejores voces de su generación: “La voz de José es fina, versátil, sirve para tarima y radio, donde lo pongas pega”.
Nació
en Coveñas, Sucre, hace 52 años. Llegó de cuatro a Cartagena con sus padres al
barrio Boston. Terminó el bachillerato en el 80 y luego entró a trabajar como
soldador en una desguazadora de barcos.
A
mediados de esa década sufrió un accidente por la explosión de un deposito en la empresa
donde trabajaba que le afectó el oído derecho. Estuvo incapacitado siete meses. “Yo entré a la radio por
accidente, pero siempre, desde el colegio, quise ser locutor”. Un día saliendo
del consultorio donde recibía terapias para recobrar su audición se encontró con un ex compañero del bachillerato, Pacho Pérez, director
de la emisora La Voz de las Estrellas: “Le pedí una oportunidad y me dijo que
sí, y ahí comenzó todo”.
Luego se vinculó a Radio Príncipe, regresó a la Voz de las Estrellas y dirigió Radio Bucanero.
En 1989 se une al legendario equipo del
noticiero radial Am Pm que coordinó Rafael Puello Montero acompañado de figuras
del periodismo regional como Carlos Cataño Iguarán, Jenny Navarro, Carlos
Arturo Escobar, Carlos Ardila González. “Tremendo trabuco”, recuerda mientras
asienta con la cabeza y alza la mirada.
Un
año después llega a la cadena básica de RCN como lector de noticias junto a
Juan Gossaín y Carlos Mouthon. Allí también dirige a Rumba y Cartagena estéreo.
Mientras describe su trayectoria va soltando anécdotas con esa oralidad
desparpajada propia del costeño chabacán
que bien merece un texto aparte. “De RCN me botan por Campo Elías (Teherán)”.
Un viernes de un mes que no recuerda en 1994 se fue de parranda con una chica.
En la madrugada del sábado llegan a la emisora y entran a la cabina donde esa
mañana Campo iba a hacer la Cabalgata deportiva Gillette, una sección matutina
de noticias deportivas. “El man entra
y nos pilla en cueros, te podrás imaginar; el lunes a las 10 de la mañana ya
estaba botado”.
Al
cabo de unos días aún sin trabajo pero con muchas ofertas, dice, camino a
Bocagrande lo sorprende el llamado de Alberto Díaz Mateus, conocido hombre de
radio que formó parte de las plantas directivas de Todelar y Caracol, y que por
ese entonces gerenciaba Caracol Miami: “Lo espero allá para que me
acompañe en la emisora, no me deje el
puesto tirado”. La oferta le sonó, pero lo pensó porque no tenía la plata
suficiente para el pasaporte, la visa y los pasajes.
Se
fue a trabajar entonces con el periodista Humberto Mercado como locutor de
noticias en Kalamari estéreo, pero
nunca desistió a la idea del viaje. Gestionó los documentos, reunió una plata,
vendió una moto DT 200 que le regalaron y se fue a los Estados Unidos, pero ya
alguien ocupaba su lugar en la emisora. Le tocó esperar cuatro meses mientras
salía el que había sido su remplazo. Durante ese tiempo repartió flores, fue vigilante y
llantero. Entró a Caracol donde no duró ni un año: “Me fue bien, pero me hacía
falta el folclorismo de acá. Tenía que regresar a reconquistar a mi mujer pero no
alcancé, se enamoró de otro, no sé”.
Regresó
en 1996 y se vinculó nuevamente a RCN a dirigir la emisora de música crossover Rumba Stereo y en seis meses, afirma,
la ubicó en el primer lugar de audiencia: “Jamás en la historia de RCN en
Cartagena una de sus emisoras musicales había ocupado el primer lugar”.
La
competencia en ese momento, Olímpica Stereo,
de propiedad de la familia Char de Barraquilla lo deslumbró con su poderío
económico y le propuso dirigirla. “Me dieron la cuota inicial de una casa y me
regalaron un carro”. Entró a hacer parte de la nómina olimpiquista de “inmejorables condiciones laborales”.
RCN, sin embargo, le dobló la oferta, recuerda emocionado, como si le hubiese pasado hace horas. No querían dejar ir al Rey Midas de la radio musical en Cartagena. El ambicioso padre de siete hijos, renunció a Olímpica y firmó con Rumba. Todo un novelón que registraban los medios locales. “Me importaba un carajo, yo era la sensación en ese momento”.
Miguel Char, gerente de Olímpica, no le reclama por lo sucedido, por el contrario lo llama y le dice que las puertas de la cadena siguen abiertas para cuando quiera regresar. “Ni cobró lo que me había dado, me dijo que se lo devolviera cuando pudiera”.
RCN, sin embargo, le dobló la oferta, recuerda emocionado, como si le hubiese pasado hace horas. No querían dejar ir al Rey Midas de la radio musical en Cartagena. El ambicioso padre de siete hijos, renunció a Olímpica y firmó con Rumba. Todo un novelón que registraban los medios locales. “Me importaba un carajo, yo era la sensación en ese momento”.
Miguel Char, gerente de Olímpica, no le reclama por lo sucedido, por el contrario lo llama y le dice que las puertas de la cadena siguen abiertas para cuando quiera regresar. “Ni cobró lo que me había dado, me dijo que se lo devolviera cuando pudiera”.
A
José, RCN no le cumplió. Le pide que no salga al aire hasta no firmar lo pactado:
“Pasaron cuatro meses y no vi un peso, ni la camioneta que me ofrecieron,
salieron barro”, relata con la ingenuidad de un niño cuando le prometen un
helado si se toma la sopa. Char se entera y en diciembre del 96 lo llama para que
se decida. “Los mandé a comer mierda y me fui para Olímpica donde nunca debí
salir”.
En 1997 el locutor estrella de la radio cartagenera estaba en los
estudios del barrio Manga en la avenida Jiménez, con “carta libre” para tomar
decisiones y con un solo objetivo: posicionar a Olímpica en el primer lugar.
El Vacilón de Pinzón
Lester
González me lo confirma: “Cualquier vallenato, champeta, salsa o merengue que
salía, si no iba con la bendición de José no era éxito”. En efecto, Pinzón lo que
ponía a sonar, lo pegaba. Raulín Rosendo, ese salsero dominicano andrajoso y con
voz de tarro es uno de esos: “En Colombia a Raulín lo pegué yo”. Cuenta que
lo trajo a un concierto y no se presentó: “Se me fue con el adelanto que le
había dado, varios millones de pesos”. Por estos días hizo un concierto en Cartagena pero renunció a reclamar.
Era
normal y recurrente que lo saludaran en las grabaciones de los nuevos hits
vallenatos y champetas exclusivas, una suerte de cortesía que le hacen los
artistas a quienes le aportan en su carrera: “Y un saludo a mi compadre José Manual Pinzón, el hijo de doña Hilda”.
En
Olímpica impuso un estilo sólido "que las demás emisoras intentaron copiar" y diseñó una parrilla de programación con lo que le gustaba a la gente en ese
momento. De ahí surge uno de los programas musicales más exitosos en la
historia de la radio local, El Vacilón de Pinzón, que creó con su jefe y luego gran amigo, Miguel Char. Iba
de cuatro a siete de la noche de lunes a viernes. Un formato dirigido a los
sectores populares de la ciudad, con una programación musical variada pero con
énfasis en salsa y champeta, y llamadas al aire.
Entregaba premios, mercados,
útiles escolares, boletas para conciertos. Era tal la audiencia que la pauta en
ese horario tenía otro costo, un 30 por ciento más que el resto de la parrilla.
Los clientes se peleaban por tener unos segundos en el Vacilón que toda
Cartagena escuchaba, explica.
De
chico lo escuchaba cuando regresaba del colegio a la casa en una buseta de
Ternera, y me imaginaba a un negro grande e imponente. Todos queríamos conocer
al único de la FM que lograba de un solo timbrazo increpar al más alto funcionario.
“Yo llegué a tener tanto poder, que el comandante de la policía me corría más a
mí que al alcalde”.
Era
tal su convocatoria, que tras las inundaciones que afectaron al barrio El Pozón
por el fuerte invierno de 2004, llamó a la solidaridad de la ciudadanía y exigió
cancelar las Fiestas novembrinas de ese año. “Empresarios, gremios y personas
naturales dejaban sus aportes en la emisora convertida en centro de acopio para
las ayudas que llegaban de distintos lugares del país”. Esa experiencia dice
haberlo llenado de satisfacción porque entendió que su labor no era solo “espelucar”
a la gente sino prestar un servicio social.
“Yo fui soberbio y eso
me pesó en la vida”
Durante
su exitoso paso por la cadena radial de los Char, donde alcanzó a ser un alto directivo,
no faltaron las ofertas políticas. Una vasta audiencia y alto reconocimiento
ciudadano, seduce a las casas políticas porque les ahorra recursos y trabajo. “Nunca
me interesó ni me interesa, por si acaso”.
Tuvo
fama de petulante y odioso. Acepta que el éxito y la plata lo asaltaron de
repente. “Perdí la humildad, engañé personas que quise y dejé de hacer las cosas con amor”. 12 millones
de pesos mensuales asegura que llegó a ganarse: “Y eso sin contar con las
cuatro primas que me pagaban en el año y las cuantiosas bonificaciones por
tener la emisora arriba”.
Duró
más de 10 años en Olímpica y en los dos últimos perdió el primer lugar. Le ganó
la fama, lo embistió en mentiras y José se echó a los laureles. Tuvo cuatro
mujeres al tiempo, “pasaba de parranda en parranda”, cuenta con tristeza. El
ciclo acabó. Salió el 12 de diciembre de 2008 “y ahí empecé para abajo sin
freno”. Lo que supo la opinión pública sobre mi salida fue una cosa distinta a
lo que realmente pasó. “Así lo convine con Migue y así quedará en la historia”.
Con la liquidación montó una discoteca y varios restaurantes.
Nada
cambió. Mujeres, rumba y alcohol hasta que remató sus bienes: “Entré en una depresión tremenda, todo iba mal en mi vida”.
Un
día cogió una cabuya y armó un nudo para suicidarse: “Me iba a ahorcar”. Esa tarde, narra, estaba solo en su casa; su
hijo menor, Jheivan Camilo de entonces 17 años, llegó de la calle y entró a contarle
la historia del santo Job y cuando terminó le dijo: “Papi, en la vida uno pasa
por momentos difíciles, pero tenemos que reconocer nuestros errores para que
Dios nos moldee y convierta en mejores personas”. El locutor, de rostro adusto
e inexpresivo, termina el relato y rompe en llanto. Me estremece.
En
2010 tuvo un paso fugaz por le emisora de la Policía Nacional y en 2011 un retorno
accidentado a Rumba. Ahí mismo en RCN Le ofrecen el Noticiero Popular de la
Cariñosa que recién dejaba Campo Elías que se iba de candidato a la alcaldía
pero las condiciones económicas no eran las mejores: “Me querían con un sueldo
y un dos por ciento sobre las comisiones de la pauta publicitaria, a Campo le
daban el 40 y así no aguanta”.
El
actual alcalde, Manolo Duque tomó la oferta. Lo que no significa por regla de tres,
que el alcalde hubiese sido Pinzón. Bueno, quién sabe.
Me
trata con calidez, le reconozco esa nobleza que nunca le imaginé. Su aspecto huraño
y físico corpulento no coincide con esa mirada afable pero esquiva. Mientras responde
a la entrevista, lo imagino al frente de ese micrófono burlándose de la voz carrasposa
del Cheo Romero o echándole vainazos a la empresa de energía, o colgándole la
llamada a una oyente impertinente. Durante los dos días que lo frecuenté, en
los estudios desde donde transmite su Noticiero del Pueblo, por Emisora
Fuentes, me ofreció almuerzo: “Pero de corrientazo”.
Dice
estar recuperado y "que le está yendo muy bien". Se va a matricular en la Universidad
Nacional a Distancia donde se hará profesional, “Quiero prepararme para ser un
periodista de verdad”. Trabaja en un proyecto que afirma lo traerá de vuelta a
la FM “con fuerza”.
El primer lugar de sintonía del que fue dueño ya no le
quita el sueño, pero ahora el reto no será para arrebatárselo a la competencia
de banda sino a las otras plataformas de información, sobre todo las digitales.
“Tengo el formato montado, estoy listo para arrancar”. “La Cartagenera hará
historia”, me insiste con una convicción que contagia.
-Lester,
dime con sinceridad, ¿Pinzón volverá?
–No
mijo, José ya está y el éxito le sonríe de nuevo.
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