viernes, 15 de enero de 2010

UN ÁNGEL BUENO QUE NO CREE EN DIOS

Un pendón hecho en panaflex - lona en la cual se pueden imprimir imágenes grandes - de aproximadamente un metro con cincuenta centímetros por cada lado con un titulo en letras mayúsculas que dice “DIOS NO EXISTE”. De fondo un paisaje rojizo con un sol resplandeciente y un párrafo de ocho líneas que pasa desapercibido ante la impresión que genera semejante titulo. Esto, es lo que todos los miércoles y viernes casi como un ritual expone Ángel Humberto en la Plaza de los Coches del centro amurallado en la ciudad de Cartagena.
“Esta es nuestra forma de dar a conocer el mensaje de Rael” dice, en un tono de voz pausado, seguro y de acento neutro. Ángel, lleva tres años difundiendo el movimiento al que pertenece en este lugar .El movimiento Raeliano, una secta la cual argumenta que fuimos creados por una legión extraterrestre; seguidores de la ciencia, la tecnología y la razón; liderados internacionalmente por un enigmático hombre francés, músico, periodista deportivo y ex piloto de automovilismo llamado Claude Vorilhon más conocido como “Rael”.
Ángel de cuarenta y tres años de edad Llega a las cuatro de la tarde con la pancarta enrollada, siempre vestido de blanco, camisa manga larga con un bolsillo al lado izquierdo en donde guarda casi cien folletos fotocopiados con una lectura de nueve párrafos acerca del movimiento, pantalón de corte ancho, percudido pero bien cuidado y sandalias con tiras de cuero entrecruzadas que dejan ver sus pies grandes y uñas mal cortadas pero limpias.
El cabello es una de sus características más notorias, es largo, llega a la mitad de la espalda de sus uno setenta y ocho de estatura, ondulado, negro y bastante reseco, se asoman algunas canas que me llaman mucho la atención, quizás porque son menos de las que tengo. Su rostro es redondo característico de la fisionomía de los oriundos del Altiplano Cundiboyacense; ojos café, profundos, sinceros; reflejan confianza, armonía; ademanes y expresiones tímidas y suaves.

Sus brazos son largos, sus manos grandes y ásperas delatan un oficio rudo; su modo de subsistencia; una ferretería ubicada en el Barrio Paseo de Bolívar, negocio que le administra a una pareja de paisas miembros fundadores del movimiento Raeliano en la ciudad y que Ángel atiende hace tres años, los mismos que lleva en la ciudad. Ángel abre a las seis de la mañana y cierra a las siete de la noche. Es una bodega grande con un pequeño cuarto y una cocineta donde preparan los alimentos. Allí Astrid, su compañera, una mujer nativa de Lorica Córdoba, blanca, delgada, con aspecto rudo pero de mirada dulce quien lo ha acompañado por cuatro años, incondicional e indispensable en las labores diarias de Ángel Humberto. Colaborando también está Edwin; un ayudante aprendiz que conoció Ángel hace ya un año, un hombre tímido, pequeño, de pocas palabras pero con deseos de aprender un poco de la sabiduría y doctrina de Ángel.

La habitación de Ángel y su compañera es un pequeño templo “Raeliano”, huele a humedad y conserva la esencia de los dos; la cama es grande y dura, las paredes están llenas de carteles alusivos a los eventos del movimiento a nivel nacional; recortes de periódico, libros sobre “Rael” y un pendón gigantesco de dos metros con el símbolo del movimiento: una estrella de seis puntas con una cruz esvástica en la mitad que para Ángel son dos triángulos cruzados con una esvástica que significa paz y símbolo del infinito en el tiempo es decir la eternidad.
Un guardarropas improvisado hecho de varilla tejido con lazos plásticos de color azul y blanco, de un metro y medio donde colocan encima sus elementos de aseo, una carpeta llena de papeles viejos y un spray para matar zancudos.
Al lado izquierdo de la cama una mesa de noche café oscuro, encima, una caja de condones marca “Tulip”, que según ellos les quedó de un evento pro diversidad sexual, - tema que apoyan y defienden - .
Saliendo de la improvisada alcoba hay una lavadora enorme, mas adelante está la nevera y en la puerta de ésta un papel sostenido por un imán que tiene escrito un cronograma de actividades en la cocina por día para cada una de las tres personas que viven allí, Ángel, Astrid y Edwin. (Lavado de platos y preparación de alimentos).

Pero para Ángel su mejor batalla no la libra con los bultos de cemento que carga , ni las paladas de arena y gravilla que diariamente echa en los camiones, menos, la forma de recatear el precio del cemento de sus asiduos clientes; la verdadera batalla la tiene en la Plaza de los Coches cuando con pendón en mano, cada miércoles y viernes se ubica al frente de la segunda banca de izquierda a derecha en la parte posterior de la Torre del Reloj; con decisión, seguridad y con la ayuda de Edwin o Astrid abren aquel muro de intolerancia en la que se ha convertido muchas veces aquel pendón para Ángel.

Al frente de ellos y paradójicamente, se encuentra Jimmy; un hombre negro, alto de cuello largo, camisa blanca, pantalón azul y corbata del mismo color, predicando como él dice: “La palabra de Dios”. Una Biblia igual de añeja a su edad, aproximadamente unos treinta y cinco años; utiliza una pequeña planta con una consola de sonido rustica y un micrófono para difundir su mensaje. Al frente Ángel y su eventual acompañante, apostados durante más de dos horas esperando la reacción de estudiantes, empleados, funcionarios públicos, turistas y uno que otro parroquiano fortuito que pase por la plaza.

La gente pasa, se sorprende, se ríe, murmura, mira, en ocasiones indignada; unos se detienen, otros toman fotos, algunos insultan, ofenden, otros se acercan y piden explicación del porque – según él - Dios no existe.

Pero Ángel, un hombre sereno, cálido, armonioso, paciente, nacido en Choachí Cundinamarca, de padres católicos, criado y educado en un Seminario de Curas, administrador hotelero, ex aspirante a la alcaldía de su municipio; padre de Camila, una quinceañera radicada en Manizales a la que adora y contrario a lo que la gente pudiese pensar de una persona que niega la existencia de Dios como creador del universo, él, expresa sus argumentos con la fluidez de una persona centrada, convencida de sus ideales, llena del conocimiento necesario para defender y desarmar a cualquier persona racional. Lo hace con tolerancia, amor, respeto; respeto que en algunos momentos le han faltado a tal punto - cuenta Ángel -, de tener que enfrentarse a un grupo de desaforados evangélicos que arremetieron contra él, hasta intentar quemarle su cabello.

Este es Ángel Humberto, un personaje fascinante, que irradia buena energía, ameno, poseedor de una cualidad envidiable: La humildad. Tímido pero seguro de sí mismo, de lo que hace y de lo que piensa; su discurso ya lo conoce de memoria es mecánico, no omite ni una sola palabra, pero cuando se rompe el hielo con él es más explicito, más elocuente, mientras, mantiene la distancia con su interlocutor cuestionador, de acuerdo a como se le aborde así mismo Ángel reacciona, pero en todos los casos, de una manera muy cordial, cortés y positiva.

Ahora usa brakets, según Ángel por un problema que tiene en el maxilar inferior. En tres meses le realizarán una cirugía para corregir el problema de su mordida en el consultorio odontológico de un viejo amigo en Bogotá, allí aprovechará para ir a su pueblo y visitar a sus padres. En el municipio no lo quieren pero su madre lo defiende y dice: “Mi hijo no cree en Dios , pero es una buena persona, para que mas”, y sí, así es Ángel, el hombre que un día me entregó una tarjeta de presentación escaneada en color azul con su nombre, número de celular, correos electrónicos de contacto y página web de su movimiento, con una foto ubicada en el lado superior derecho; natural, fresca, con una sonrisa hermosa, espontánea, casual; de fondo, el mar y el cielo completamente azul, con una leyenda que dice: “Nada justifica la violencia…ni siquiera la libertad”.

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