Por Juan Diego Perdomo Alaba
-No
debí hacerles caso padre…Fíjate, Ernesto, Juancho, Paché…todos los colegas que de
verdad me quisieron me lo advirtieron.
-Y
los demás... ¿A quiénes te refieres cuando dices que no debiste hacerles caso?
-Los
demás padre, los demás me tiraron a un abismo. Y aquí estoy, conectado a una
bala de oxígeno, solo. Ellos saben quiénes son.
-Te
sientes mal por eso ¿verdad?
-Me inquieta más pensar que sabía en lo que me metía. Accedí al capricho de quienes me llamaron,
visitaron y abordaron, correteándome, insistiéndome que yo era el hombre, que
podíamos sacar la ciudad adelante. Padre, más que nadie conocí los vericuetos
políticos. Tú sabes que me codeaba con todos, a todos les mamaba gallo y les
sacaba más que una sonrisa…
-Qué
vaina… ¡Pero pudiste ganar solo, la gente te amaba y se veía en ti!
-Qué
va padre, en Cartagena eso no es suficiente. Necesitaba aceite. Mira, acá entre
nos, mucha gente me ofreció el oro y el moro. Me apabullé, era impresionante.
Lo consulté con la nena y pensé que si todo era para el bien de Cartagena no había
razón para rechazar a quien quisiera aportar con tal de presentar una propuesta
incluyente, pero ya ve lo que pasó…
-Y
ahora ¿Qué piensas?
-Que
cometí un error padre… ¿Ves cómo estoy? –el sacerdote fija su mirada en unos
ojos encharcados y marchitos-– Me costó la vida, padre…nada
más…-entre sollozos clama-
-El
padre contiene las lágrimas y le contesta: -Ten fe hombre, confiando en Dios saldrás
de esta…ya verás.
-Quiero
estar bien, necesito otra oportunidad… pero…sonará contradictorio lo que le
diré, pero la única manera padre, que
contemplo para salir de todo esto es yéndome…
-¡Cómo
yéndote! Y tu familia, Cartagena…
-Erdaa
mi familia…a ver…pudieron hacer tanto… ¡Cartagena! Padre, me duele. Intenté
hacerme a su imagen y semejanza para poder entenderla y fíjese que lo logré…Eso,
por lo menos, me place.
-Algo
para decirle a tu gente si te vas.
-Que
se una, que converse, que se abrace. Que no se haga daño. Que deje de hacer cosas cada quien por su lado para
beneficiar a unos en perjuicio de otros. Quiero ver una Cartagena donde
de verdad haya campo para todos.
-¿Tu
legado?
-Fatigado y con precaria dicción concluye -¿Quieres
má...? Ese es padre, no podemos equivocarnos dos veces.
Este relato hace
parte de la ficción.
muchas gracias por tan buena lectura Juan, una buena historia.
ResponderEliminarHace parte de la ficción, pero no dudo que la realidad tuvo que ser muy aproximada a lo que aquí se sugiere.
ResponderEliminarLos últimos minutos tuvieron que ser algo muy parecido al laberinto del general, lleno de reflexiones de lo que pudo ser y no fue. A mi me gustó....