jueves, 2 de junio de 2011

Un ángel bueno que no cree en Dios


Por: Juan Diego Perdomo Alaba

Un pendón hecho en panaflex -lona en la que se imprimen imágenes grandes-   de aproximadamente un metro con cincuenta centímetros por cada lado con un titulo en letras mayúsculas que dice “DIOS NO EXISTE”.  En el fondo de éste,  un paisaje rojizo con un sol resplandeciente y un párrafo de ocho líneas que pasa desapercibido ante la impresión que genera semejante titulo. Esto, es lo que todos los miércoles y viernes casi como un ritual expone Ángel Humberto Gutierrez,  en la Plaza de los Coches del centro amurallado de la ciudad de Cartagena.


“Esta es nuestra forma de dar a conocer el mensaje de Rael” -dice- en un tono de voz pausado, seguro y de acento neutro. Ángel,  lleva tres años difundiendo el movimiento al que pertenece en este lugar: el movimiento Raeliano. Una secta que argumenta que fuimos creados por una legión extraterrestre llamada Elohim. Los raelianos son una comunidad seguidora de la ciencia, la tecnología y la razón, liderados internacionalmente por un enigmático hombre francés; músico, periodista deportivo y ex piloto de automovilismo llamado Claude Vorilhon,  más conocido en el mundo como “Rael”.


Ángel,  de cuarenta y tres años de edad,  llega a las cuatro de la tarde con el pendón  enrollado;  siempre vestido de blanco,  camisa manga larga con un bolsillo al lado izquierdo donde guarda cerca de cien folletos fotocopiados con una lectura de nueve párrafos que hablan del  movimiento.  Pantalón de corte ancho, percudido pero bien cuidado y sandalias con tiras de cuero entrecruzadas que dejan ver sus pies grandes y uñas mal cortadas pero limpias.


El  cabello es una de sus características más notorias; es largo, llega a la mitad de la espalda de sus uno setenta y ocho de estatura, ondulado, negro y bastante reseco, se asoman algunas canas que me llaman mucho la atención, quizás,  porque son menos de las que tengo. Su rostro es redondo característico de la fisionomía de los oriundos del  Altiplano Cundiboyacense;  ojos café, profundos, sinceros,  reflejan confianza, armonía;  ademanes y expresiones tímidas y suaves.


Sus brazos son largos; sus manos grandes y ásperas,  delatan un oficio rudo, su modo de subsistencia: una ferretería ubicada en el Barrio Paseo de Bolívar, negocio que le administra a una pareja de antioqueños miembros fundadores del movimiento Raeliano en la ciudad y que Ángel,  atiende hace tres años, los mismos que lleva en la ciudad.  Ángel,  abre a las seis de la mañana y cierra a las siete de la noche.


Es una bodega grande con un pequeño cuarto y una cocineta donde preparan los alimentos. Allí,  Astrid,  su compañera;   una mujer nativa de  Lorica Córdoba,   blanca,  delgada,  con aspecto rudo pero de mirada dulce quien lo ha acompañado por cuatro años; incondicional e indispensable en las labores diarias de Ángel Humberto. Colaborando también está Edwin, un ayudante y  aprendiz que conoció Ángel hace ya dos años;  un hombre tímido, pequeño, de pocas palabras pero con deseos de aprender un poco de la sabiduría y doctrina de Ángel.


La habitación de Ángel y su compañera es un pequeño templo “Raeliano”, huele a humedad y conserva la esencia de los dos.  La cama es grande y dura;  las paredes están llenas de carteles alusivos a los eventos del movimiento a nivel nacional;  recortes de periódico, libros sobre “Rael” y un pendón gigantesco de dos metros con el símbolo del movimiento: una estrella de seis puntas con una cruz esvástica en la mitad que para  Ángel, son dos triángulos cruzados con una esvástica que significa paz y símbolo del infinito en el tiempo es decir,  la eternidad.


Un guardarropas improvisado hecho de varilla,  tejido con lazos plásticos de color azul y blanco de metro y medio,  donde colocan encima los elementos de aseo.  Una carpeta llena de papeles viejos y un spray para matar zancudos. Al lado izquierdo de la cama,  una mesa de noche café oscuro;  encima,  una caja de condones marca “Tulip”que -según ellos-  les quedó de un evento pro diversidad sexual -tema que apoyan y defienden -    


Saliendo de la improvisada alcoba hay una lavadora enorme. Más adelante está la nevera y en la puerta de ésta,  un papel sostenido por un imán que tiene escrito un cronograma de actividades en la cocina por día para cada una de las tres personas que viven allí;  Ángel, Astrid y Edwin. (Lavado de platos y preparación de alimentos).


Pero para Ángel,  su mejor batalla no la libra con los bultos de cemento que carga, ni las paladas de arena y gravilla que diariamente echa en los camiones; menos,  la forma de recatear el precio del cemento de sus asiduos clientes.  La verdadera batalla la tiene en la Plaza de los Coches,  cuando con pendón en mano, cada miércoles y viernes,  se ubica al frente de la segunda banca de izquierda a derecha en la parte posterior de laTorre del Reloj. Con decisión, seguridad y con la ayuda de Edwin o Astrid,  abren aquel muro de intolerancia en la que se ha convertido muchas veces el pendón para Ángel.


Al frente de ellos y paradójicamente se encuentra Jimmy;  un hombre negro, alto de cuello largo, camisa blanca, pantalón azul y corbata del mismo color;  predicando como él dice: “La palabra de Dios”. Una Biblia igual de añeja a su edad, aproximadamente unos treinta y cinco años;  una pequeña planta con una consola de sonido rustica y un micrófono para difundir su mensaje. Al frente,  Ángel y su eventual acompañante,  apostados durante  más de dos horas esperando la reacción de estudiantes, empleados, funcionarios públicos, turistas,  y uno que otro parroquiano fortuito que pase por la plaza.


La gente pasa, se sorprende, se ríe, murmura, mira;  en ocasiones indignada. Unos se detienen, otros toman fotos, algunos insultan, ofenden; otros se acercan y piden explicación del porqué – según él -  Dios no existe.


Pero Ángel,  un hombre sereno, cálido, armonioso,  paciente. Nacido en Choachí  Cundinamarca;  de padres católicos,  criado y educado en un seminario de Curas.  Administrador  hotelero;  ex aspirante a la alcaldía de su municipio.  Padre de Camila: una quinceañera radicada en Manizales a la que adora. Y contrario a lo que la gente pueda pensar de una persona que niega la existencia de Dios como creador del universo, Ángel,  expresa sus argumentos con la fluidez de una persona centrada,  convencida de sus ideales;  llena del conocimiento necesario para defender y  desarmar a cualquier persona racional. Lo hace con tolerancia, amor, respeto;  respeto que en algunos momentos le han faltado a tal punto - cuenta Ángel -  de tener que enfrentarse a  un grupo de desaforados evangélicos que arremetieron contra él, hasta intentar quemarle el cabello.


Este es Ángel Humberto,  un personaje fascinante que irradia buena energía, ameno, poseedor de  una cualidad envidiable: la humildad. Tímido pero seguro de sí mismo, de lo que hace y de lo que piensa. Su discurso ya lo conoce de memoria;   es mecánico, no omite ni una sola palabra;  pero cuando se rompe el hielo con él es más explicito, más elocuente;  mientras, mantiene la distancia con su interlocutor cuestionador.  De acuerdo a como se le aborde, así mismo Ángel reacciona, pero en todos los casos,  de una manera muy cordial, cortés y positiva.


Ahora usa brakets, según Ángel,  por un problema que tiene en el maxilar inferior. En tres meses le realizarán una cirugía para corregir el problema de su mordida en el consultorio odontológico de un viejo amigo en Bogotá. Allí aprovechará para ir a su pueblo y visitar a sus padres. En el municipio no lo quieren, pero su madre lo defiende y dice: “Mi hijo no cree en Dios , pero es una buena persona,  para qué más”. Y sí,  así es Ángel,  el hombre que un día me entregó una tarjeta de presentación escaneada en color azul con su nombre, número de celular, correos electrónicos de contacto y página web de su movimiento. Con una foto ubicada en el lado superior derecho; natural,  fresca, con una sonrisa hermosa, espontánea, casual;  de fondo,  el mar y el cielo completamente azul, con una leyenda que dice:  “Nada justifica la violencia…ni siquiera la libertad”.

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