lunes, 25 de julio de 2011

CINE DE PELOS EN EL CAPITOL Y EL FAENZA


Por: Juan Diego Perdomo Alaba

Entre el Cine Capítol cartagenero y el Teatro Faenza ubicado arriba de la séptima con 22 en el centro de la ciudad de Bogotá,  no había mucha diferencia. Los dos, sórdidos antros del cine porno.

El cine Capitol queda ubicado en el sector La Matuna en el centro de Cartagena. Olor a manteca quemada, chorizo de carne de butifarra,  y una hilera de casetas de Coca Cola caracterizan el lugar.

Ni el Faenza ni el Capitol son esquineros.  El primero,  inaugurado en 1924, declarado Monumento Nacional en 1975 y escenario de una de las últimas presentaciones del grande del tango, Carlos Gardel,  era uno de los tantos teatros de cine porno que tenía la Bogotá aberrante. En la actualidad, es propiedad de la Universidad Central,  quien lo rescató y restauró.  El segundo,  es el último cine porno de Cartagena como escribiera Andrés Gaitán, en una interesante crónica hecha para uno de los tantos talleres dictados por el  maestro Bastenier en la Cartagena culta.

***

Año 2002 y en Bogotá llovía. Carrera Séptima con 22 esquina, exactamente en una droguería. El frío azotaba y las tripas aullaban aun cuando el plato de comida china más barato que había pagado en la vida hacía de las suyas en un estómago con gastritis.

Allí en la droguería mientras la lluvia terminaba, un viejo canoso con mirada sutil, me recordó al Fernando Vallejo de la Virgen de los Sicarios.  Me abordó, hablamos del frío que haría y el invierno que no daba tregua. En breve me invitó a almorzar con cariño de abuelo bonachón. Garbanzos con pollo y ajiaco pedí;   no alcancé a comerlo todo cuando me propuso ir al cine. Siempre sospeché de sus filantrópicas intenciones.
La inocencia propia de un primíparo en la universidad capitalina de la vida, se dejó seducir al plan sin objetar. 

Era el viejo Teatro Faenza, de esos que se ven en las películas. De entrada amplia, cerca de ocho torniquetes  y múltiples carteleras de cine comercial de los ochentas. Entraba mucha gente, en su mayoría señores de edad y uno que otro flacuchento gay. Travestis e indigentes.

Un inmenso telón rojo nos recibió antes de entrar al teatro. Cruzando el satín, la imagen de un muchacho pálido y delgado en plena felación me estremeció. Sin embargo, pudo la curiosidad.

El mítico Faenza tiene varias salas, muy amplias, tanto, que el Barahona del Centro de Convenciones de Cartagena es pequeño. Donde entramos,  había  aproximadamente 60 personas, concentradas como zombis;   gimiendo, sollozando y susurrando palabras.

La película era del subgénero Porno Gay.  No me equivoqué: el viejo alto, canoso y de expresiones suaves y ademanes finos que me invitó a almorzar,  era un cacorro que le gustaba tener sexo con jóvenes varones.

Cuando pude tomar registro de memoria fotográfica del lugar y del momento, salí con la excusa del ir al baño. El viejo salió en mi búsqueda, entró a cada uno de los baños, se encerró en uno de ellos y fue allí,  cuando salí del viejo Faenza despavorido e impresionado.

***

La industria del cine porno ha estado a la sombra del cine convencional. Fue en el año 1960 cuando las primeras producciones asomaron y en Dinamarca se hiso legal. El Softcore se refiere a las  producciones donde el acto sexual es simulado y el Hardcore donde es explícito y rudo.

Ninguno de los dos me ha gustado. Ni siquiera cuando dormí durante dos años con 300 hombres en una misma barraca. La vida del militar raso es inherente al porno. Es una necesidad para algunos y un motivo de frustración para otros. Preferí  vivir de mis ahorros mentales y redimir mis deseos carnales  poco a poco cuando las hormonas así lo pidieran, antes que hacinarme junto a decenas de “antenas” (órgano sexual) a ver películas de “pelos”.

El porno no era mi salida;  pero sí lo es para miles de cientos de seres que como aquel viejo cacorro bonachón, flacuchento gay, indigente o soldado acuartelado,  tienen en  este,  una  válvula de escape para amainar la frustración de ver lo que no pueden hacer, acompañar la soledad  y saciar fantasías y aberraciones. 

El Porno en formatos digitales, películas on line y DVD, le han dado al Capitol y al Faenza en su momento,  un halo de gloria y de nostalgia porque allí, se han dado numerosos encuentro sexuales de todo tipo. Pronto la realidad virtual arrasará con la magia sórdida de la presencialidad,  y con ella,   se irán las invitaciones a almorzar garbanzos con pollo y ajiaco en aquel mediodía lluvioso de la Bogotá aberrante.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Opiniones, comentarios, insultos.